En 1318 D. Dionis
fortifica la ciudad, de igual forma que lo hizo con la mayoría de las
poblaciones del Alentejo, dotándola del título de realenga en 1318. El rey
ordenó reconstruir su antiguo castillo posiblemente de origen musulmán, con el
objeto de defenderla de las incursiones de árabes y castellanos, que
consiguieran rebasar las líneas fronterizas. La cerca de forma ovalada contaba
con varios torreones y dos puertas. La del Postigo se abre al oeste y junto a
ella se encuentra la Torre del Reloj del siglo XVIII. En el interior de la
fortaleza se en levanta la Torre del Homenaje de trazas manuelinas, con una
altura de 23 metros. Hacia la levante se abre la Puerta de Ravessa.
En el siglo XV la
ciudad quedó prácticamente despoblada y en tiempos de Juan I se determina que
sea punto de paso obligatorio, para todos los viajeros y mercancías que
circulasen por aquellas tierras, resurgiendo de esta forma la vitalidad de esta
población alentejana. |
Actualmente es una importante zona agrícola, siguiendo la pauta
general de la región en la que se encuentra emplazada. Destacan sus
viñedos y caldos que han recibido un reconocimiento tanto dentro de
Portugal como en el extranjero. Igualmente sobresale la artesanía del
barro.
Varias
iglesias y conventos son los restos de la presencia abundante de
órdenes religiosas. Destaca la Iglesia matriz de Nuestra Señora de la
Anunciación, la más antigua de todas ellas que data del siglo XVI, de
estilo barroco y levantada sobre otra construcción gótica anterior. |
Como una doncella engalanada, la desconocida Redondo brilla adornada
por su lujoso atuendo de relucientes blancos y azules, calzada con un
noble y austero empedrado que nos remite a los tiempos de D.
Diniz, uno de los mas emblemáticos monarcas portugueses. Pasear por
sus calles y plazas, tranquilas y aparentemente dormidas en siglos
pasados, es un placer relajante, al que hay que sumar la sonrisa
permanente y el saludo de sus afables habitantes. |