El
levantamiento del cerco de Badajoz alivió los movimientos
de la guarnición francesa. El frente norte de la ciudad (margen derecha
del Guadiana) se mantuvo libre durante unos días. Pero en la mañana del 20,
por los caminos de Olivenza y la Albuera los aliados vuelven a caer sobre
Badajoz, que en pocos días queda nuevamente aislado. Al día
siguiente, un parlamentario aliado entregó al gobernador del general
Beresford,
informándole de lo sucedido en La Albuera. Sobre el campo quedaron 800
franceses mal heridos, comentándole que no tienen capacidad para
transportarlos ni socorrerlos. El inglés se ofreció a darles pasaporte y
permitirles que desde Badajoz se les auxiliara. Filippon agradeció el
gesto de Beresford, pero declinaron ayudar a los suyos por carecer de
medios de transporte y otras ayudas necesarias.
Los días
siguientes los sitiados continuaron con sus obras de defensa, sin apenas
ser
molestados por el enemigo. El 25 un cuerpo de ejército mandado
por el general Houston, cerró el cerco por el este, obligando a las guardias
a retirarse a la plaza. El fuerte de Pardaleras, ya en
situación de defensa, vio reforzada su gola con un muro almenado de seis
metros de altura. Días después el gobernador ordenó la salida de 400
de infantería, 50 de caballería y dos cañones, para reconocer los
alrededores del hornabeque y San Cristóbal.
Ese mismo día por el
camino de Campo Maior el general Hamilton avanzó hacia el Guadiana cruzándolo a
la altura de la Crispita, para unirse a las tropas llegadas días antes.
Desde Elvas salieron convoyes de artillería y se tendió un puente sobre el
Guadiana. Nuevas baterías se situaron en el Cerro del Viento y otros
sectores del cerco. Unos 12.000 hombres cercaron la ciudad, apoyados por 60
cañones de grueso calibre y otras piezas. Los sitiados, en función de estos
movimientos esperaban el ataque principal desde los altos de la Orinaza, sobre
San Cristóbal, el hornabeque y la cara del castillo que da al Rivillas. En
consecuencia el gobernador, ordenó enfilar desde el Revellín los
posibles ataques sobre la alcazaba y construir caballeros, trincheras y
paralelas para poder aguantar las brechas que pudieran ocasionarse. Al
mismo tiempo la artillería de la plaza bombardeó continuamente las obras
de asedio, dejando las trincheras cubiertas de muertos y heridos. En estos
días los franceses llegaron a disparar más de 3.000 cañonazos.
El día 3 de
Junio las baterías con más de 40 cañones, comenzaron a batir el cinturón
del castillo causando grandes destrozos en el sector mes debilitado de la
fortaleza. Al mismo tiempo estas piezas trataban de destruir el baluarte
este del fuerte de San Cristóbal, consiguiendo abrir una apreciable
brecha. Ingenieros sembraron los fosos de bombas y minas dispuestas a
explosionar en el caso de que los aliados consiguieran superar los glacis.
|
En la
noche del día 6, seiscientos hombres de tropas de élite, se lanzaron
silenciosamente al asalto del fuerte. Nada más aparecer fueron
recibidos con un fuego cerrado de metralla y fusilería, que junto con las
minas y bombas del foso causaron grandes estragos, siendo rechazado
firmemente este primer intento de ocupar la posición. El mando del fuerte
se encomendó al Capitán Chauvin al mando, consiguió repeler el asalto con
escasas bajas, mientras que los aliados sufrieron 200 bajas entre muertos,
prisioneros y heridos.
A la mañana
siguiente, se produjo un ataque indiscriminado de artillería, que arruinó
gran parte de la ciudad, dejando algunos barrios reducidas a
escombros, que fueron abandonados por los habitantes que lograron
sobrevivir. La noche se aprovechó para levantar terraplenes y muros
que estaban demolidos.
Tres días
después, tras un intenso bombardeo contra las brechas de San Cristóbal,
centenares de hombre se lanzaron en masa a los fosos, decididos a trepar
al interior del fuerte. Una tras otra las diversas oleadas son rechazadas,
entre ráfagas de fusilería, disparos de metralla y lucha cuerpo a cuerpo.
Varias veces los oficiales intentaron reagrupar a sus hombres, pero
finalmente tras sufrir ingentes pérdidas retiraron tras las líneas de
circunvalación. 6.000 atacantes fueron rechazados dejando en fosos y
glacis más de cien muertos y heridos terriblemente mutilados.
Pocas horas
después el bombardeo continuó insistentemente, pero hacia media mañana
cesó de repentinamente. Al rato, un parlamentario se presentó en las
proximidades del hornabeque, solicitando del comandante, en nombre del
general Stewar, que los del fuerte sacaran los heridos a campo abierto,
frente a las líneas aliadas, para así poder atender a sus heridos.
Igualmente se solicitó la entrega de los cuerpos de un mayor y otros dos
oficiales fallecidos.
Philippon
ordenó reforzar y desescombrar las brechas, tanto en San Cristóbal como en
el Castillo, esperando el posible ataque definitivo. El día 11, dos
desertores informaron que por alguna razón se estaban retirando muchas
fuerzas en todos los sectores del cerco. El fuego de la artillería
desapareció paulatinamente hasta el silencio total.
|

Plano del tercer sitio de Badajoz. Segunda defensa francesa |